Anuario 2003 Gran Bretaña "La guerra en Irak, el “caso Kelly” y el euro llevan la crisis al Gobierno británico" Cristina Collado |
El Reino Unido ha apoyado, contra viento y marea, a Estados Unidos en su afán por entrar en guerra con Irak. La opinión pública, en un primer momento, secundaba en gran medida la política propuesta por el líder laborista, que se vio reforzada por la rápida victoria en la guerra de Irak, pero el apoyo fue cayendo en picado cuando las inspecciones no lograron encontrar la excusa que llevó a la guerra: las armas de destrucción masiva. Este descontento se vio reflejado en las elecciones municipales, en las que los laboristas perdieron, cediendo la victoria a los conservadores. Pero el hecho que sin duda favoreció este declive paulatino del soporte de la opinión pública británica al laborismoo (aunque, a pesar de ello, Blair sigue siendo el principal candidato para ganar las elecciones que se celebrarán en 2005 o 2006) fue el “caso Kelly”, el experto en armas químicas que se suicidó después de que se difundiera su nombre como la principal fuente de la BBC, cadena británica que aseguró que el Gobierno había manipulado los informes sobre las armas de destrucción masiva de Irak.
Esta crisis de confianza en el Gobierno se vivió también en el seno del partido con las dimisiones de ministros del Gabinete laborista como Robin Cook æjefe de los laboristas en la Cámara de los Comunes y ex ministro de Exterior (entre 1997 y 2001)æ y Clare Short æministra de Cooperación Internacionalæ; la renuncia de uno de los principales aliados de Blair, el ministro de Sanidad, Alan Milburn; o la dimisión del director de comunicaciones del primer ministro, Alastair Campbell, acusado de “hacer más sexy” el informe sobre Irak. Frente a estos acontecimientos, Blair ha mantenido siempre la calma y ha intentado convencer, con su don de persuasión, a los británicos, a la oposición y a su propio partido de que había hecho lo correcto. Esta misión de Blair para convencer de su buen hacer, sin embargo, es harto difícil ya que, por el momento, las inspecciones no han encontrado las armas de destrucción masiva por las que el Gobierno británico llevó el país a la guerra. De todos modos, Blair no se ha mostrado tan preocupado por la situación de desprestigio interno que vive en su país como por los problemas en las tensas relaciones entre Estados Unidos y la Unión Europea, o mejor dicho, con la “vieja Europa” ælos países fundadores de la unión, liderados por Francia y Alemaniaæ. En un segundo plano, Blair ha tenido que combatir también con la oposición y con su propio Gobierno. Por un lado, con los conservadores que, liderados por Ian Duncan Smith –que en octubre dimitió tras perder una moción de confianzaæ se han alzado en críticas contra el Gobierno. Y, por otro lado, en el propio partido laborista Blair ha tenido que batallar con su ministro del Tesoro, Gordon Brown, en relación a cuándo debía hacerse la convocatoria del referéndum sobre el euro. El año empezó con una revelación que nublaba la credibilidad del Gobierno. En febrero se publicó que para elaborar un informe sobre las acciones de Sadam Husein, el Gobierno británico se había basado en estudios realizados en años anteriores en vez utilizar la información nueva de los servicios secretos. La opinión pública empezaba a mostrarse en contra de las formas que empleaba el Ejecutivo. En febrero de 2003, sólo un 9% de los británicos creía que el Reino Unido tenía que ir a la guerra sin el mandato de la ONU, mientras que los índices en septiembre y octubre de 2002 eran muy superiores, 34% y 22%, respectivamente. Era sólo el principio de una dura carrera de obstáculos que sortear. Un mes después, en marzo de 2003, amenazaba con dimitir la ministra de Cooperación Internacional, Clare Short, si el Reino Unido apoyaba un ataque contra Irak sin esperar una segunda resolución de la ONU. La ministra, que acusó a Tony Blair de “irresponsable”, se retractó de su amenaza y se mantuvo en el Gabinete laborista hasta que, una vez finalizada la guerra, dimitió finalmente, tras seis años en el Gabinete, por discrepancias con el Gobierno sobre la reconstrucción de Irak y sobre el pobre papel que se le estaba otorgando a la ONU. Short se fue dejando un legado de fuertes críticas hacia el Gobierno, diciendo, entre otras cosas, que no había unanimidad en el Gabinete, sino que todo venía ordenado desde el despacho del primer ministro. Otra dimisión, un poco más silenciosa æen un primer momentoæ que la de la ministra, fue la del líder de la Cámara de los Comunes y ex ministro del Exterior, Robin Cook, quien se marchó sin criticar a Blair pero lamentando que Gran Bretaña se opusiera a sus vecinos europeos y se uniera al unilateralismo de Bush. Durante su época como ministro de Exteriores, Cook fue criticado por su dura postura contra el líder iraquí, pero en esta ocasión no creía que las cosas se estuviesen haciendo de una manera correcta. El ex ministro defendía que el orden internacional debía basarse en las decisiones multilaterales a través de la ONU y, en ese caso, él creía que no se había resuelto así. Tres meses después, en junio de 2003, Robin Cook, junto con Clare Short, acusaron duramente a Blair de falsear y contar verdades a medias. El diario “Sunday Times” publicó en octubre un extracto del dietario del ex secretario del Foreign Office en el que aseguraba que cinco ministros se opusieron a los planes de Blair: el del Interior, David Blunkett; la ministra de Industria, Patricia Hewitt; y la de Educación, Estelle Morris; además de él mismo y de la ex ministra de Desarrollo Internacional. Esta revelación llevó el pánico a las filas del partido laborista. Blunkett y Hewitt se apresuraron a proclamar a gritos su lealtad a Blair. Robin Cook afirmaba también en su diario que Tony Blair le había dicho directamente, unos días antes de la invasión, que Irak carecía de armas químicas y biológicas con las que atacar ciudades estratégicas, y que ni siquiera podía utilizarlas en el campo de batalla contra los soldados británicos y norteamericanos. Con esas acusaciones Cook ha intentado dar un paso más allá para que los británicos supieran por qué y de qué manera el Reino Unido se sumó a la guerra de Bush contra Sadam Husein, ya que, según él, si se demostrara que las acusaciones de la posesión de armas de destrucción masiva son falsas, se desmoronaría la necesidad de una intervención de urgencia y, por lo tanto, no habría justificación para la guerra. Prevalecería entonces la idea de una intervención bélica para realizar un cambio de régimen en Irak, antes que para desarmar a Sadam. Frente a estas graves acusaciones Blair ha sabido mantenerse a flote e incluso ha conseguido que aumentara su popularidad tras la rápida victoria de la guerra, dando, aparentemente, la vuelta a lo que reflejaban las encuestas sobre la caída en picado de su prestigio. Pero una prueba de fuego, como fueron las elecciones municipales, constataron lo que realmente decían tales encuestas: que su política estaba minando su popularidad. A principios de mayo, los laboristas perdieron las elecciones municipales a favor de los conservadores. Entre algunas de sus pérdidas estuvo Birmingham, uno de los mayores consejos municipales del país. Pero las razones de los votantes no fueron tanto la política internacional del Gobierno, sino su descuido por las cuestiones internas del país, tales como sanidad, transporte o educación. El resultado de las elecciones puso de manifiesto la preferencia de Blair por los asuntos externos, entre los cuales destaca, como prioritario, el no descuidar sus relaciones con Estados Unidos. El 29 de mayo fue el día en que se desencadenó lo que más tarde se conocería como el “caso Kelly”, que hundió drásticamente la confianza del pueblo en el Gobierno británico. La cadena británica BBC hizo público que un miembro del espionaje británico había acusado al Gobierno de falsear el informe sobre Irak. La noticia la dio el periodista Andrew Gilligan, quien había mantenido conversaciones con el presunto espía. Este rumor se vio respaldado por las acusaciones de los ex ministros Robin Cook y Clare Short. Blair se defendió de tales acusaciones ofreciendo la apertura de una investigación a cargo de un comité secreto –que rinde cuentas sólo al primer ministro, no al Parlamentoæ sobre la elaboración de ese informe. A pesar de la demanda de que se hicieran públicos los documentos, Blair consiguió el apoyo de la gran mayoría de los laboristas para mantener la investigación en secreto. Finalmente salió a la luz que el chivato de la BBC no era miembro del espionaje británico, sino que era un científico experto en armas de destrucción masiva que había participado en la elaboración del informe: David Kelly. Tras confesar haber mantenido conversaciones con el periodista de la BBC y pasar la dura prueba de someterse al interrogatorio del Comité de Asuntos Exteriores, Kelly se suicidó. Casi un mes después de la trágica muerte del científico, se inició el juicio para esclarecer qué implicación había tenido Kelly en la filtración de información a la cadena británica, y qué causas habían rodeado su muerte. Entre las muchas personalidades que se sentaron en el banquillo æante la mirada del juez Huttonæ estuvo el mismo primer ministro británico. En medio de esas acusaciones, uno de los más fieles aliados de Blair, el ministro de Sanidad, Alan Milburn, presentó su renuncia. Con él sumaban ya cinco los ministros que había dejado el Gobierno desde la segunda victoria laborista en 2001. El director de comunicaciones de Blair, Alastair Campbell, acusado de “maquillar” el informe de armas sobre Irak, también dimitió. La guerra en Irak, junto con el “caso Kelly”, ha dañado fuertemente la credibilidad de Blair. Al término de las investigaciones, las encuestas demostraban que dos de cada tres británicos estaban descontentos con el primer ministro. A pesar de estos resultados, el nivel de popularidad de Blair seguía superando æaunque en menor medida que a principios de añoæ el de impopularidad. La crisis del “caso Kelly” ha sido una de las razones por las que el Gobierno se ha visto obligado a aplazar el referéndum sobre el euro. Pero, ¿hasta cuándo? Este ha sido uno de los puntos de fricción entre Tony Blair y el ministro del Tesoro y posible candidato a sustituirle, Gordon Brown. La crisis por la que atravesaba el Reino Unido durante el verano no hubiera beneficiado un éxito en el referéndum ya que gran parte de la opinión pública estaba en contra del Gobierno. La adhesión al euro podría ser positiva para la economía británica. Así lo ha manifestado Brown, que ya en 1997 habló de los beneficios económicos de la incorporación a la moneda única, pero ahora parece convencido de que lo mejor es que no se lleve a cabo el referéndum hasta la próxima legislatura, es decir, hasta pasadas las elecciones previstas para 2005 o 2006. Blair, por su parte, defiende aplazarlo para el año próximo, lo que supondría convocarlo dentro de la actual legislatura. Grandes empresas como Vodafone, Siemens o Ford, además, han proclamado que si la libra esterlina no ingresa en la zona euro, sus inversiones en el Reino Unido corren peligro. Pero el ambiente de crispación que ha desatado el “caso Kelly” y las diferencias entre el primer ministro y el del Tesoro no son las únicas causas de la suspensión del referéndum sobre el euro. La situación que están viviendo los dos grandes de la Unión Europea, Francia y Alemania, que por tercer año consecutivo han incumplido el Pacto de Estabilidad acordado en el Consejo de Amsterdam de 1997, provoca un cierto pánico a los tres únicos países que aún no forman parte de la eurozona. Dinamarca ya celebró un referéndum en 1998 con resultado a favor del “no” a la adhesión a la moneda única. Suecia lo ha llevado a cabo en este año 2003 con el resultado de un 52% también a favor del “no”. El Reino Unido, viendo estos resultados, prefiere dejar pasar un tiempo hasta que las garantías de una economía europea próspera sean más evidentes. De momento, lo único seguro es que el referéndum no se celebrará en 2003. El año que viene habrá que ver quién da su brazo a torcer, si Blair o Brown. Otra de las batallas internas en la que se ha visto involucrado el primer ministro británico, después de la guerra y el “caso Kelly”, ha sido con la oposición conservadora. Los tories, con Ian Duncan Smith a la cabeza del partido, criticaron la política del Gobierno, exigiendo la dimisión de Blair por haber utilizado a Kelly como “una marioneta en su batalla con la BBC”. Duncan Smith criticó también que los laboristas hubieran subido los impuestos pero que no hubieran mejorado los servicios públicos, e hizo la promesa de que él los bajaría. Ésta y otras muchas promesas que Duncan Smith lanzó al viento, sin embargo, fueron acogidas con escepticismo por la población británica, que muestra muy poca confianza por el Partido Conservador. La culpa de este escepticismo la tiene el mismo líder tory. Duncan Smith no ha sabido aprovechar al aura de desconfianza que envolvía al laborista Blair durante buena parte de este año. En los dos años que lleva al frente del partido conservador, ha demostrado ser un mal comunicador y no tener capacidad para dirigir un partido. A mediados de octubre de 2003, además, salió a la luz que Duncan Smith había estado pagando durante 15 meses a su mujer un sueldo con dinero público por un trabajo de secretaria que, según defiende la acusación, ella no desempeñaba. Esta crisis de credibilidad le ha llevado a perder, el 29 de octubre, la moción de confianza por 90 votos en contra y 75 a favor. Con la dimisión de Duncan Smith los tories se han dado una oportunidad para volver a estar en la brecha política y convertirse en un partido fuerte y compacto no sólo para liderar la oposición, sino para incrementar, poco a poco, sus posibilidades de gobernar. Para conseguir este objetivo, Michael Howard ha sustituido en el cargo de líder tory a Duncan Smith. Howard intentará salvar al partido de una humillación en las generales de 2005, aun sabiendo que no tienen grandes posibilidades de ganar. El Reino Unido y Europa El Reino Unido se ha alineado con España en su defensa de los intereses de Estados Unidos en pro de la guerra en Irak. Con esta actitud formaron un bloque frente a la otra postura dentro de la Unión Europea: la oposición a la guerra de Francia y Alemania. Esta dicotomía parecía, en un principio, que iba a acabar con el diálogo entre los grandes de la UE –Francia, Alemania y el Reino Unidoæ pero la necesidad de un acuerdo en el seno de la Unión ha llevado a los tres a dejar las diferencias a un lado y a negociar en pro del bien de la UE. Así, la futura Constitución Europea, por ejemplo, ha alineado en el mismo bando a Alemania, Francia y Reino Unido. Los tres han aceptado, sin mayores reticencias, el proyecto elaborado por la Convención presidida por Valéry Giscard D’Estaing. El único punto de fricción ha sido el debate sobre la creación de una Europa de la defensa, que Francia y Alemania han estado tratando de imponer desde abril. El Gobierno de Blair ha mostrado siempre su negativa a aceptar un órgano de defensa independiente de la OTAN, entre otras cosas porque faltaba la aprobación de su hermano mayor: Estados Unidos. Finalmente, a mediados de noviembre, el Reino Unido aceptó la creación de la Agencia Europea del Armamento, que pretende hacer más eficientes los gastos de defensa de los europeos. |
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Cronologia año 2003 22 de enero. Blair afronta una oposición creciente a la guerra de la opinión pública. 7 de febrero. Acusan al Gobierno británico de plagiar el informe contra Irak que citó Powell. 3 de marzo. Tony Blair y el primer ministro irlandés, Bertie Ahern, viajan a Belfast para reactivar el proceso de paz en Irlanda del Norte. 5 de marzo. Blair retrasa las elecciones del Ulster hasta el mes de mayo al fracasar las negociaciones. La demora electoral supone un revés para el proceso de paz, en crisis desde octubre, cuando Londres suspendió la autonomía por un supuesto caso de espionaje del IRA. 10 de marzo. Una ministra británica amenaza con dimitir si Londres entra en guerra sin la ONU. 14 de marzo. Bush, Blair y Aznar cierran en Azores “la última etapa diplomática”. 17 de marzo. Dimite el ministro británico Robin Cook por su oposición a un ataque a Irak. 20 de marzo. Blair logra ampliar el apoyo a la guerra en la opinión pública británica. 31 de marzo. Robin Cook dice que “el error de Blair es unirse al unilateralismo de Bush”. 3 de abril. El apoyo de los británicos a la guerra cae por primera vez por debajo del 50%. Cuando comenzó la invasión de Irak el respaldo de Blair era del 59%. 1 de mayo. Brecha entre Dublín y Londres por el retraso de las elecciones en Irlanda del Norte . 2 de mayo. Los conservadores derrotan a Blair en las municipales británicas 12 de mayo. Dimite Clare Short, la ministra de Blair más crítica con la guerra de Irak. 22 de mayo. Blair ofrece a su ministro de Finanzas ser su sucesor si apoya el referéndum sobre el euro. Gordon Brown rechaza la oferta porque quiere que el país entre en la zona euro después de convertirse en primer ministro y no antes. 30 de mayo. Un miembro del espionaje británico acusa al Gobierno de falsear un informe sobre Irak. 2 de junio. Dos ex ministros acusan a Blair de manipular los informes sobre Irak. Cook pide una investigación sobre las armas de destrucción masiva. 4 de junio. Blair ofrece una investigación secreta sobre las armas de Irak. 10 de junio. Londres cree que aún no se dan las condiciones para el ingreso del euro pero abre un plazo de un año. 28 de junio. La BBC denuncia intimidaciones del Gobierno de Blair por la guerra de Irak. 18 de julio. Hallado muerto el asesor acusado de contar a la BBC que Blair exageró el peligro de Irak. David Kelly fue señalado por el Gobierno como el responsable de las acusaciones de manipulación vertidas contra el primer ministro. 19 de julio. La policía británica confirma el suicidio del experto que filtró las “mentiras” de Blair. 21 de julio. El juez del “caso Kelly”, Lord Hutton, anuncia una investigación “urgente” y “pública”. 22 de julio. Blair niega haber autorizado la identificación de Kelly como “topo” de la BBC. 19 de agosto. El jefe de comunicación de Blair, Alastair Campbell, niega haber exagerado el informe sobre las armas de Irak. 24 de agosto. Un documento divulgado por el juez señala que Blair aprobó que se identificara a Kelly. Dos terceras partes de la población británica opina que su Gobierno mintió sobre las armas de destrucción masiva. 27 de agosto. La campaña a favor del euro, primera víctima de la crisis 29 de agosto. Alastair Campbell, director de comunicación de Blair, dimite por el “caso Kelly”. 3 de septiembre. Dos detenidos en Irlanda del Norte por el atentado de Omagh. 6 de septiembre. Londres veta una Europa de la Defensa al margen de la OTAN. 7 de septiembre. Un electricista en paro del Ulster, acusado por el atentado de Omagh. 11 de septiembre. El Parlamento británico acusa al ministro de Defensa, Geof Hoon, de mentir sobre los informes de Irak. 12 de septiembre. Blair mantiene a su ministro de Defensa pese a las críticas del Parlamento. 23 de septiembre. Londres pacta con Berlín y París las bases de una defensa europea autónoma de la OTAN. 28 de septiembre. Blair no descarta un referéndum sobre el euro para antes de 2005. 30 de septiembre. Blair logra el apoyo incondicional del laborismo para lograr su tercer mandato 6 de octubre. El ex ministro Robin Cook revela que Blair sabía que Irak no tenía armas químicas. 13 de octubre. Tony Blair y el primer ministro irlandés, Bertie Ahern, concluyen su reunión sin acuerdo sobre las elecciones en Irlanda del Norte. 14 de octubre. Blair presidió la reunión en la que se decidió identificar a David Kelly. 21 de octubre. El IRA anuncia su tercer y mayor desarme. 29 de octubre. El líder conservador, Ian Dunca Smith, dimite tras perder una moción de confianza por 90 votos en contra y 75 a favor. 26 de noviembre. Las elecciones en el Ulster dan la victoria al radical Ian Paisley 10 de diciembre. Última reunión del Comité de Mediación, donde deben acordarse las reformas que propone Schröder. 12 y 13 de diciembre. Última reunión de la Conferencia Intergubernamental en la que se cerraron las negociaciones del año 2003 sobre la futura Constitución Europea. |
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