Anuario 2009 India "Elecciones parlamentarias bajo la estela de los atentados de Bombay " Maria de la Figuera |
Tras un largo mes electoral, desde el 16 de abril al 13 de mayo de 2009, el 60%, de los 714 millones de indios llamados a votar dieron la victoria a la coalición Alianza Progresista Unida (UPA), que lidera el Partido del Congreso –de ideología de centro izquierda–. En contra de todo pronóstico, la UPA volverá a gobernar (lo hizo durante la pasada legislatura 2004-2009), pero esta vez rozando la mayoría absoluta. De los 543 escaños que tiene la Cámara Baja del Parlamento (Lok Sabha, en hindú) 262 se los llevó la UPA, 159 el Bharatiya Janata Party –partido conservador de ideología fundamentalista hindú y líder de la oposición– y el resto fueron para el Tercer Frente, alianza de izquierdas formada por partidos comunistas y regionales, y otros partidos más pequeños. Los resultados de estos comicios no tienen precedentes en la India democrática. Desde su independencia de los ingleses en 1947 y la posterior constitución de la democracia, nunca un partido había conseguido rozar la mayoría absoluta: lo que significa que por primera vez un partido podrá gobernar en solitario, sin necesidad de pactos. Según los expertos, se trata de un gran paso para el país: un solo color político en el poder permite un Gobierno estable y eficaz; justo lo que necesita India teniendo en cuenta su magnitud territorial y demográfica (1.100 millones de habitantes), su gran diversidad religiosa (hindús, musulmanes, cristianos, sijs, budistas, entre otros), sus diferencias sociales (el 80% de los indios son pobres mientras que el otro 20% viven como en Occidente), su sistema de castas (se abolieron en la Constitución de 1950, pero socialmente siguen aceptadas) y su situación geográfica, vecina de seis estados que se encuentran entre los 25 países más disfuncionales del mundo, según el Fondo para la Paz, organización privada con sede en Washington dedicada a fomentar la paz entre las naciones. Estas elecciones abrieron muchas expectativas en el país, pero hasta el día de los resultados electorales nadie se esperaba el gran triunfo del Partido del Congreso (PC), que preside Sonia Gandhi, heredera política de la familia Nehru-Gandhi. La falta de confianza en el triunfo del PC estaba condicionada por la mala situación que había vivido el país el año pasado. India había sufrido la crisis económica mundial (inflación del 7%); el pacto nuclear con Estados Unidos había provocado la desestabilización del Gobierno, y el sometimiento a un voto de confianza en el Parlamento; y por último, y lo más significativo, Bombay (la capital económica india) había sufrido uno de los atentados más violentos de la historia del país, que costó la vida a 166 personas, entre ellos 28 extranjeros, y puso otra vez en evidencia (durante la misma legislatura, en 2006, Bombay sufrió otro atentado) la falta de seguridad del país. India acusó a un grupo terrorista con base en Pakistán (Lashkar-e-Toiba) de ser el autor del atentado de 2008, lo que provocó de nuevo una grave crisis con Pakistán (país fronterizo del oeste) que se ha arrastrado a lo largo de este año. Pakistán e India mantienen disputas desde hace 60 años por los territorios de Cachemira, situados en el norte de India. Otra de las novedades en estas elecciones parlamentarias ha sido la reelección de Manmohan Singh como primer ministro por segunda vez consecutiva. Desde la reelección de Jawaharlal Nehru (primer presidente del Gobierno de India después de su independencia), en 1957 y 1962, ningún primer ministro había gobernado dos veces seguidas. Crisis diplomática con Pakistán El 26 de noviembre de 2009, India conmemoraba el primer año de los atentados de Bombay, cuando diez terroristas divididos en cuatro grupos atacaron los hoteles de lujo Taj Mahal y Trident, la estación de ferrocarril Chatrapati Shivaji y un centro judío. Los terroristas, que se habían atrincherado en uno de los hoteles y en el centro judío, y las fuerzas de seguridad estuvieron tres días intercambiando tiros, hasta que se abatió al último atacante. Nueve de ellos murieron, mientas que el único superviviente, Amir Kasab, fue capturado; lo cual era clave para tirar del hilo y averiguar quién había detrás de tal asalto terrorista que, según los investigadores, tenía una planificación que no se veía desde el 11-S en Nueva York. Tras los atentados de Bombay, India en seguida le echó todas las culpas a Pakistán, en concreto al grupo terrorista Lashkar-e-Toiba o Ejército de los Puros –organización ilegalizada de ideología islamista radical creada en los años 90 por el Servicio de Inteligencia pakistaní (ISI) y uno de los mayores grupos terroristas que luchan por la anexión a Pakistán de los territorios indios de Jammu y Cachemira–. El conflicto de Cachemira es la disputa eterna entre India y Pakistán y lo que ha marcado sus relaciones desde el nacimiento de ambos países, en 1947. Desde entonces, se han librado tres guerras entre India y Pakistán; una por la independencia de Pakistán Oriental en 1971 (frontera en el este de la India), que pasó a ser la República Popular de Bangladesh, y las otras dos por los territorios de Cachemira. El intríngulis de la cuestión de estos territorios del norte de India está en que la mayoría de la población del estado indio de Jammu y Cachemira (India se compone de 29 estados federales) es de religión musulmana y el Gobierno pakistaní considera que este territorio fronterizo pertenece al Estado islámico de Pakistán. La respuesta de India a los ataques de Bombay no consistió en sacar los tanques contra Pakistán, tal y como había sucedido en 2002 tras un ataque al Parlamento indio en Nueva Delhi, la capital. Pero lo que sí se generó es una nueva y grave crisis diplomática: India suspendió el proceso de paz iniciado en 2004 con Pakistán y alegó que sólo lo reanudaría si Pakistán tomaba medidas contra los responsables del atentado y contra el terrorismo en su territorio. El 12 de febrero de este año Pakistán admitió, por primera vez después de los atentados, que los ataques de Bombay se prepararon en su territorio y detuvo a seis miembros del grupo Lashkar-e-Toiba (LeT). Este reconocimiento por parte de Pakistán permitió que India se dispusiera a dialogar con su vecino asiático. El 20 de junio, el primer ministro indio, Manmohan Singh, y el presidente de Pakistán, Asif Ali Zardari, se reunieron por primera vez tras los atentados. Un mes más tarde, los respectivos ministros de Asuntos Exteriores se reunieron en Egipto, con motivo de la cumbre del Movimiento de Países No Alineados; y en septiembre ambos ministros se volvieron a encontrar en Nueva York. Ninguna de estas reuniones ha servido para reanudar el proceso de paz, pero sí para mantener un clima lo menos tenso posible entre ambos países y, sobre todo, para que India presionara a Pakistán para que juzgue a los terroristas y tome medidas contra el grupo Lashkar-e-Toiba (LeT). Después de estas tres reuniones, dio la sensación de que Pakistán estaba más dispuesto a colaborar: el 25 de noviembre, el tribunal antiterrorista de Rawalpindi, ciudad vecina de Islamabad (capital de Pakistán), acusó formalmente a siete pakistaníes –entre ellos al líder del LeT– sospechosos de participar en la planificación de los atentados de Bombay y anunció que empezaría a juzgar a los acusados, que se declararon no culpables, el 5 de diciembre de este año. La nueva legislatura de Manmohan Singh no sólo ha tenido que hacer frente a la resolución de los atentados de Bombay y a la nueva crisis diplomática con Pakistán, ambos problemas con el conflicto territorial y religioso de Cachemira como telón de fondo. Este año Singh también tuvo que afrontar otra disputa territorial, en este caso por el estado de Arunachal Pradesh (noreste del país), el cual China reclama como suyo y lo considera “el Tíbet del sur”. China ocupa los territorios del Tíbet desde la declaración de autonomía tibetana de 1913. En 1914, el tratado de McMahon definió la frontera entre la India británica y Tíbet. China no reconoció este tratado alegando que el estado indio de Arunacahal Pradesh pertenecía a Tíbet y éste no era un Estado soberano, sino un territorio integrado en el Estado chino. Para India, esta disputa territorial no ha sido tan violenta y mortífera como la de Cachemira, pero sí que llegó a provocar un conflicto armado de 32 días en 1962, y también ha hecho estallar varios conflictos diplomáticos con China. El último fue en octubre de este año, cuando Singh pronunció un mitin en Arunachal Pradesh coincidiendo con las elecciones regionales del estado norteño. Pekín protestó por este mitin y volvió a reclamar el territorio. India está recelosa por el comportamiento de China, no sólo por sus reclamaciones territoriales, sino porque actualmente China no exige visado al millón de ciudadanos que pueblan el estado indio. Pakistán y China son los dos grandes rivales de India. El hecho de que ambos países sean potencias nucleares supone una gran amenaza para India, aunque ésta también disponga de arsenal nuclear. Más allá de las rivalidades entre India, Pakistán y China, India cuenta con un vecindario repleto de países con graves dificultades. Según Fondo para la Paz, organización dirigida a prevenir la guerra y los conflictos con sede en Washington, seis países vecinos de India se encuentran entre los 25 estados más disfuncionales del planeta. Estos son Afganistán, Pakistán, Myanmar, Bangladesh, Nepal y Sri Lanka (en orden de más a menos disfuncionales). Según la misma organización, los Gobiernos de estos países no pueden garantizar una buena gobernanza ni una seguridad básica a sus ciudadanos y todos han perdido el control sobre la violencia y el uso de la fuerza dentro de su territorio. Este panorama es poco esperanzador para la estabilidad económica y política de India y, sobre todo, para su seguridad, lo que realza el hecho de que India haya de invertir millones de dólares en su arsenal militar y en su cuerpo policial, sobre todo el destinado a controlar las fronteras. Los ataques de Bombay en noviembre de 2008 hicieron tambalear a India en cuestión de seguridad y una vez más (sólo en la pasada legislatura de Singh, 2004-2009, el Gobierno tuvo que hacer frente a más de diez atentados en el que murieron más de 50 personas en cada uno) demostró no tener suficientes medios para evitar estos ataques. Este año el Gobierno indio ha aumentado hasta 40.000 millones de dólares el presupuesto en seguridad, un 24% más que en 2008. Este incremento se aleja del incremento del presupuesto de seguridad hecho en los últimos años, que era de entre el 6% y el 10%. El programa de este año incluía más inversión en el cuerpo policial y paramilitar, para fortalecer la seguridad fronteriza y un programa de modernización armamentística, ya que la mayoría de armas databan de la era soviética (período entre 1947 y 1989 en el que la URSS vendía armamento a India). Esta vez, será Estados Unidos quién proporcionará armas a India con un presupuesto de 30.000 millones de dólares en tres años, según informó el ministro de Defensa, Pranab Mukherjee, en julio de este año. Poner en práctica el pacto nuclear La buena disposición de India a dialogar con Pakistán y a presionar a Islamabad para que luche contra el terrorismo tuvo su reconocimiento en Washington, la capital de Estados Unidos. El 24 de noviembre, el presidente estadounidense, Barack Obama, recibió al primer ministro indio, Manmohan Singh, en la Casa Blanca. Se trataba de la primera visita de Estado que vivía Obama, en el Gobierno desde enero de este año. Uno de los puntos clave en la reunión indo-estadounidense estuvo marcado por el pacto nuclear que mantienen ambos países, pero que aún no se ha puesto en marcha. El acuerdo 123 (123 Agreement) se firmó en 2005 bajo el mandato del anterior presidente norteamericano, George W. Bush, y permitía a Estados Unidos vender tecnología y material nuclear a India siempre que sirva para fines civiles y no militares. Este pacto fue un hecho histórico para India, ya que rompía con 34 años de embargo en tecnología nuclear por parte de Estados Unidos, Reino Unido y Francia –países que disponen de tecnología y armamento nuclear–. Pero la firma del acuerdo hizo estallar la polémica y desató críticas tanto en India como en Estados Unidos. India no ha suscrito al Tratado de No Proliferación (TNP) de armas nucleares, el cual es de libre firma e impide la posesión de arsenal nuclear –actualmente, están suscritos al TNP 188 Estados entre ellos Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia y China, que son los únicos cinco países a los que se les permite en el tratado poseer armamento nuclear–. Algunos sectores políticos estadounidenses y europeos se opusieron al acuerdo nuclear con India porque iba en contra de una ley en la que se prohíbe exportar material nuclear a países que no hayan firmado el Tratado de No Proliferación. Además, según estos sectores, la firma de este pacto sin que India haya firmado el TNP dificulta las relaciones con Irán y con Corea del Norte, los cuales tampoco han firmado el TNP y, en cambio, se les acusa de poseer y fabricar arsenal nuclear para fines militares, lo que provoca tensiones diplomáticas entre ambos países y Estados Unidos. Por otro lado, en India, el acuerdo había provocado el año pasado que el Gobierno de Singh tuviese que someterse a una moción de confianza en el Parlamento, después de que el Frente de Izquierdas (coalición liderada por el Partido Comunista de India y el Partido Comunista de India Marxista) retirara su apoyo a la Alianza Progresista Unida (UPA). La coalición de izquierdas se opuso al pacto alegando que India se vería siempre condicionada por Estados Unidos en política exterior. La polémica en torno al acuerdo nuclear provocó que su aplicación se pospusiera año tras año. Actualmente, el acuerdo está ratificado por ambos países. Por lo tanto, aceptado tanto por el Parlamento indio como por el estadounidense, también por el Organismo Internacional de la Energía Atómica (IAEA, por sus siglas en inglés) –ligada a las Naciones Unidas (ONU)– y también por el Grupo de Proveedores Nucleares (NSG, en inglés) –formado por 45 países que contribuyen a la no proliferación nuclear–. El cambio de presidencia de Bush a Obama ha provocado este año algún temor en India sobre la posición del nuevo Gobierno estadounidense en torno al acuerdo nuclear. India no estaba convencida de que Obama diera el visto bueno al pacto. Además, en la cumbre del G-8 (grupo de ocho países que gozan de más poder en el mundo, entre ellos se encuentra Estados Unidos) en Aquila (Italia), en julio de este año, se anunció la prohibición de transferir tecnologías de enriquecimiento y de procesamiento de combustible atómico a todos aquellos estados que no hubiesen firmado el Tratado de No Proliferación. Pero las preocupaciones de India por el acuerdo 123 se esfumaron una vez que Barack Obama anunció, durante la visita de Estado en la Casa Blanca en noviembre, que se “aplicaría plenamente el acuerdo nuclear y que las dos naciones cooperarían en una iniciativa de energía limpia”. El compromiso de Obama con el pacto nuclear y la visita de Singh a la Casa Blanca han servido para afianzar los vínculos entre ambos países y ahuyentar el recelo de India hacia Estados Unidos, después de que Obama priorizara a China y a Pakistán (principales rivales de India en la zona) en su política exterior. Estímulos contra la crisis Para las elecciones parlamentarias de este año en India los políticos centraron la campaña electoral en dos grandes temas: los atentados de Bombay y la crisis económica. Ambos temas tenían gran repercusión porque el partido que saliera victorioso tendría como grandes retos apaciguar la vulnerabilidad del Estado indio frente al terrorismo (no sólo por los atentados de Bombay, sino también por el terrorismo maoísta que sufre internamente el país) y los efectos de la crisis mundial que ha desacelerado el auge económico indio de los últimos diez años. La economía india ha crecido un 6% este año. No se trata de una mala cifra si se compara con algunos países occidentales, como Estados Unidos o Alemania, que sufrieron recesión en sus economías. Pero en el caso de India, no es una cifra optimista si se tiene en cuenta que su crecimiento económico ha disminuido desde 2007 –año anterior a la crisis financiera–, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que agrupa a 30 países comprometidos con la democracia y la economía de mercado. De esta manera, India rompía con una racha de crecimiento del PIB de entre el 8% y el 9% desde 2004 hasta 2008. Las cifras del paro han aumentado considerablemente en los dos últimos años, pasando del 4,3% en 2007 al 7,2% este año. Los sectores que más han sufrido son los servicios (que representa un 53,8% del PIB) y la industria (que representa un 27,6% del PIB). Para hacer frente a la desaceleración económica en India, el primer ministro, Manmohan Singh, proporcionó una serie de paquetes económicos para estimular la economía. El 2 de enero de este año, Singh anunció el segundo paquete de estímulo económico que lanzaba en un mes, el cual incluía la cuarta reducción de los tipos de interés con el objetivo de que los bancos pudieran seguir dando créditos. En este nuevo paquete, Singh aseguró una inyección 200.000 millones de rupias (2.964 millones de euros) en los bancos públicos y otros 250.000 millones (3.704 millones de euros) en entidades financieras no bancarias, como compañías aseguradoras, sociedades y fondos de inversión. El objetivo de Singh era aumentar la liquidez de los bancos, para que puedan ofrecer créditos, y evitar que las entidades puedan caer en bancarrota. Además de estas inyecciones bancarias, las nuevas medidas de estímulo económico se centraron también en el sector inmobiliario y del automóvil. El Gobierno facilitaba créditos a todas aquellas empresas extranjeras que pretendieran edificar complejos residenciales y también permitía a las firmas de automóviles ofrecer bonos exentos de impuestos para amortiguar la disminución de las ventas durante el último período de 2008. En referencia a la cuarta reducción del tipo de interés desde octubre del año pasado, el Banco de Reservas (Banco Central indio) lo rebajó, esta vez, hasta el 5,5%, el tipo más bajo de los últimos ocho años. A pesar de las cifras, el primer ministro, Manmohan Singh, en una comparecencia en el Parlamento, un mes más tarde de lanzar el segundo paquete económico, se mostró convencido de que India sería uno de los países menos afectados por la crisis mundial. Singh argumentó que la gran presencia del sector público, sobre todo en entidades bancarias, la existencia de la demanda interna (aunque en 2009 se ha reducido un 3% respecto al año anterior) y la no excesiva dependencia en las exportaciones (representan un 22% del PIB a diferencia de China, donde representan un 37%) han ayudado considerablemente a no desequilibrar demasiado la economía india. De lo contrario, si India hubiese sufrido de forma más considerable los estragos de la crisis financiera hubiera tenido consecuencias muy graves, sobre todo a escala social. Los más pobres y los trabajadores con contratos temporales son los primeros en sufrir las consecuencias de la crisis económica. India, a pesar de ser la cuarta potencia económica mundial, es uno de los países más desequilibrados socialmente. El país cuenta con 350 millones de personas (por encima de la población estadounidense, 300 millones) consideradas de clase media y con un estilo de vida semejante al occidental; pero, por otro lado, el mismo territorio también cuenta con 800 millones de indios (el 80% de la población) que viven con menos de 20 rupias al día (0,35 céntimos de euro), según la ONU. El Índice de Desarrollo Humano (IDH) –medición realizada por la ONU que se basa en la esperanza de vida, la tasa de alfabetización y el PIB per cápita– es de los más bajos del mundo, ocupando el número 126 de 177 países, justo por detrás de Guinea Ecuatorial, Marruecos y Namibia. La esperanza de vida, actualmente, llega hasta los 64,7 años, el analfabetismo es casi del 40% de la población y el PIB per cápita ha llegado este año a 46.361 rupias (690 euros). Con todo, el crecimiento económico de India de los últimos años ha provocado que 150 millones de personas salieran de la pobreza y entraran a formar parte del mercado de consumidores. Como segunda potencia emergente mundial, en números económicos y de consumidores, India pretende mantener un ritmo de crecimiento avanzado y llegar a desbancar a China en el ranquin de potencias económicas que, de momento, parece que le gana la carrera. |
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Cronologia año 2009 |
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